Negacionismo y fascismo durante el estado de separación social.


Por: Eduardo Catalán

 

El negacionismo es una técnica de propaganda que la ideología dominante utiliza para reprimir la critica y los diversos puntos de vista contrarios a sus propósitos. Según Michael Specter  el negacionismo grupal sucede cuando «… todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable…».

Así, se han acuñado términos tales como:  negacionismo del Holocausto, del VIH/sida, del Cambio Climático,  del Avance Corporativo  y del Fascismo como el método para conseguirlo.  Sin embargo, en su reduccionismo simplista,  los negacionistas – los soldados de a pie del  capitalismo – toman la «sospecha» como ilusas posturas conpiratorias.  Así como a cualquier otra idea que haga trastablillar el superfluo fundamento del consumismo desquiciado.

Ese mismo negacionismo – ahora – pretende ocultar que  lo que actualmente sucede – esto no se trata de una teoría más de conspiración – es que paralelamente a la crisis global ocasionada por la peste, se ha aprovechado – la doctrina del desastre cuenta con infinidad de recetas para este tipo de circunstancia –  para dar un Golpe Corporativo de Estados que pretende instaurar un gobierno de facto global, planetario; con el objeto de que los gobiernos no los regulen ni fiscalicen mas. Al tiempo que se libran de seguir financiando a las redes de corrupción locales para tal fin. Para lo cual, ya cuenta en muchos países, con la Ley Marcial impuesta, la suspensión de las Garantias y con las fuerzas armadas desplegadas por las calles. Sobre todo,  en aquellos países donde el  germen  del desarrollismo, del «socialismo» y el de la insurrección popular, todavía no han sido «eliminados de raiz».  Como es el caso de América Latina.

Sin contar la violencia simbólica que representan las armas en pie – los ejércitos –  están preparados para responder una amenaza de saqueo general o de un amotinamiento, debido al desempleo forzado, a la falta de liquidez, a la escasez de alimentos, al encierro y al terror al contagio.

Sin embargo, hay que reconocer que tampoco debe ser fácil permanecer encerrado  en casa cuando se cuenta con un ambiente reducido, como una sola habitación, por ejemplo, donde a veces, viven seis u ocho miembros familiares. Lo que induce a pensar que las mismas circunstancias que margina a los sectores de bajos recursos, también los empuja al desacato.

Es cierto que el desacato civil resulta contrario a la norma y que en ciertos casos la Ley debe imponerse con firmeza. Pero, es innegable que también hace lo suyo la carga de desprestigio social que esta gente arrastra, por la misma condición de pobreza, ignorancia y marginalidad en la que subsisten.

Razón por la que  estos sectores sensibles del globo están colmando de ira, de odio y de reacciones fascistas a la gente guarecida en la comodidad de sus hogares.  Alarmantemente – por las redes –  comienzan a viralizarse los comentarios:  algunos quieren verlos arder en el Nacional; otros, que se mueran contagiados y  otras expresiones mucho más extremistas.

No es de sorprender que  al terror e impotencia frente a la peste, se le haya sumado tambien el fascismo. No por casualidad – ésta – se ha ensañado  con quienes ya no pertenecen más a la Población Económicamente Activa (PEA). Al respecto, resultan bastante elocuentes las últimas declaraciones hechas por el vicegobernador de Texas Dan Patrick a Fox News: «… Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía…». Luego,  seguirán con esos que cometen desacato, con los antisociales, con los diferentes y con cualquiera que levante sospecha o represente una carga.

Lo que nos hace temer que, de no  matarnos la peste, algún día lo hará un uniformado.  Es lamentable – pero no extraño – cómo el negacionismo y el respaldo a la represion, encuentran mayor  aceptación  entre la empobrecida clase media.

Por eso, no podemos darle más la espalda a la realidad. Los militares no están temporalmente afuera para contener sólo a un reducido número de antisociales. Mover la maquinaria militar implica un costo significativo para el ya mermado presupuesto.

En vista que las autoridades civiles se han declarado incompetentes para imponer el orden en democracia e incapaces para desarrollar campañas  con contenidos que logren persuadir a la ciudadanía de la importancia que significa quedarse en casa sin recurrir a la fuerza; se exhorta a que más países acaten por la presencia armada en sus calles. Y a considerar al desacato civil como insurrección. Situación que deja mucho que decir y pone en tela de juicio su capacidad para continuar gobernando. Circunstancia que resulta propicia para la instauración de gobiernos de facto.

Quizá el estado policial tarde un poco más para instaurarse de una forma global. Aunque el negacionismo insista en lo contrario. Pero,  no cabe duda que – esa armada – que ya circula por las calles estará al resguardo de los intereses corporativos y de la propiedad privada exclusivamente.

Published in: on marzo 25, 2020 at 7:45 pm  Deja un comentario  

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